Suele presentarse a Charles Darwin como el "descubridor" de la teoría de la evolución de las especies. Sin embargo, lo cierto es que ya hacia fines del siglo XVII el paradigma sobre el origen de la vida en un mundo estático, comenzaba a resquebrajarse. En efecto, cuando Darwin publicó El origen de las Especies en 1859 , el mundo científico recibió su obra como parte de un proceso que ya estaba en marcha.
El universo cerrado de los tiempos medievales cuyo centro era el hombre a la merced de su Creador, no solo se resquebrajaba desde la física y la astronomía sino también desde la geología.
Cuando el planeta tierra dejó de ser el centro del universo y las leyes naturales comenzaron a depender de fenómenos físicos, (aun cuando Dios seguía siendo quien ejecutaba tácitamente el concierto cósmico), se requería una intervención divina menos directa y hasta quizá innecesaria. Lo sobrenatural dejaba paso a lo natural y el método científico parecía el método más eficiente para comprender los fenómenos del mundo. Y entre ellos, el origen y la transformación de la vida.