La visión de un mundo estático que registraba huellas de cataclismos del pasado remoto fue reemplazada tras las evidencias geológicas que comenzaban a socavar las creencias instaladas. Los cambios físicos sufridos por el planea parecían ser continuos e incluso, producto de las mismas fuerzas naturales que podían registrarse en el presente.
James Hutton observó que los efectos erosivos del clima (lluvias, vientos, heladas, sedimentación), habían estado desde siempre como en la actualidad, así como la acción de los volcanes, los movimientos telúricos... entonces, la transformación de la tierra no tenía por qué ser el resultado de cataclismos aislados sin un lento proceso de transoformación continua.
Si bien el uniformitarismo no fue tenido en cuenta en el momento en que Hutton la propuso, en el siglo XIX esta idea fue retomada por Charles Lyell.